4 d’abr. 2012

Alí Bey, un català convertit a l'islam


Alí Bey (Domingo Badía)
Alí Bey (Domingo Badía)
Para los tangerinos el nombre de Alí Bey está relativamente relacionado con un barrio ubicado en la prefectura de Tánger Beni Makada que lleva el mismo nombre y donde muchos recuerdan su estatua que supuestamente fue robada o trasladada a otro sitio.
Alí Bey, o mejor dicho Domingo Badía, fue un catalán que pudo esconderse durante muchos años en la piel de un musulmán viajando a través de varios países, entre ellos Marruecos.
La verdadera identidad de este viajero espía, así como el auténtico objetivo de su viaje a Marruecos se pudo revelar gracias a sus propios manuscritos, preservados en la biblioteca de Cataluña. Su biografía fue objeto de varios estudios, entre ellos la investigación de Patricia Almárcegui, profesora de la Universidad de Cataluña y autora del libro Alí Bey y los viajeros europeos a Oriente’.
Domingo Badía nació en Barcelona en el año 1767 y desde muy joven “se manifestó como un pobre ilustrado”, explicó la profesora Patricia Almárcegui en una conferencia celebrada en Tánger. La profesora cuenta que Domingo Badía en su juventud vendió todas sus pertenencias para fabricar y hacer volar un globo aerostático, un experimento que duró cinco meses y que fracasó tras la denuncia de su propio padre, quien temió por su vida.
La vida de este aventurero catalán cambió radicalmente cuando creó un proyecto que denominó Viaje a África’ y que presentó a Manuel Godoy, entonces ministro del rey Carlos IV y así consiguió la autorización y la financiación del viaje por la corona española, pero con la condición de cambiar el objeto del viaje científico a una conquista del imperio de Marruecos.
Antes de emprender el viaje a Tánger, Domingo se sometió a una operación de circuncisión, se dejó crecer la barba, se disfrazó y envió una carta al cónsul de España en Tánger, Antonio Rodríguez Salmón aclarando textualmente y tal como figura en sus manuscritos la estrategía de su conquista.
“Para esas gentes yo seré un siríaco musulmán, educado en Europa desde muy niño, habiendo pasado mi tiempo en el estudio de las ciencias en Italia, Francia, España e Inglaterra, y retirándome ahora a los países de mi religión. La nobleza de mi familia y mi aplicación a las ciencias, me han adquirido amigos en todas partes… casi he olvidado el idioma patrio, pero conservo las oraciones del Corán aprendidas de niño y siempre practicadas, y poseo las lenguas europeas. Tal es el romance que deberemos vender para lograr el gran objetivo de mi misión y nadie podrá identificar cosa contraria, pues desde Londres tomé el traje musulmán y en Cádiz nadie me conoce sino como tal”.
Alí Bey llegó a Tánger el 29 de julio de 1803, fecha del comienzo de su primer viaje que durará 6 años. Su estancia en la Ciudad del Estrecho le causó varias impresiones, por eso le dedicó tres capítulos de su libro, posteriormente publicado.
Como todos los viajeros de su época, Alí describe la cuidad como un cientifíco: “El terreno, que forma la base de la costa de Tánger, se compone de diferentes capas de granito secundario de textura compacta granulosa fina. Dichas capas, inclinadas hacia el oriente, forman con él un ángulo de 50 a 70 grados; su espesor es ordinariamente de pie y medio a dos pies; su dirección en sentido este-oeste y su inclinación para formar el ángulo es del lado del norte”.
Asimismo, el espía consiguió mantener privilegiadas relaciones con el Sultán Muley Soulaiman que le regaló una casa en Mogador (actual Essaouira) y Marrakech, un trato que levantó las sospechas del rey español Carlos IV y ordenó el fin de su viaje y su regreso a España.
Patricia Almárcegui anota en su libro que “parece que cuando Carlos IV se enteró del trato de preferencia-cortesía incluso amistad y regalo de propiedades, no quiso abusar de la confianza del marroquí y decidió detener el proyecto… Sin embargo, casi con toda seguridad la razón que obligó a frenar el proyecto fue la certeza de que el plan de Godoy había ido demasiado lejos y cuestionaba el equilibrio político europeo”.
Pero el retorno de Alí Bey no se lleva a cabo porque "Manuel Godoy decide que la operación no tiene que terminar y pasa a ser ultra secreta, es decir no dicen nada a Carlos IV. Alí Bey y Manuel Godoy siguen su proyecto de conquista, un proyecto que da muchas vueltas, en cierta manera débil, y quizá torpe en algunos momentos, pero se intenta concretar intentando hablar y reunirse con determinadas tribus precisamente rifeñas que eran rebeldes contra el imperio” explica la profesora.
Durante su instancia en Marruecos, Alí Bey pudo transmitir a Godoy todas las informaciones sobre el país y los futuros herederos del trono, así como las diferentes tribus rebeldes que según él estarían dispuestas a colaborar con su plan de conquista.
La estancia de Alí en Marruecos se termina cuando comenzó a levantar las sospechas del sultán quien le ‘invitó’ a abandonar el país, y le embarcó fuera del Estado.
Los manuscritos de Badía confirman que durante su estancia en Marruecos tuvo un hijo (Otman), fruto de un matrimonio en la ciudad de Fez, lugar donde la madre y el niño vivieron bajo la protección de un amigo suyo llamado Idriss Rami.
Tras su expulsión, Alí Bey no quiso parar su viaje y decidió viajar a La Meca, donde pudo realizar los primeros grabados y dibujos legando a Occidente la primera descripción detallada del lugar santo de los musulmanes.
Hay que anotar que la vida de Ali Bey está repleta de misterios. El autor español López Bargados resaltó las singularidades de Badía dentro de los libros de viajes y avanzaba la hipótesis de una posible enfermedad psíquica y una supuesta conversión al Islam. “Las reflexiones que propone sobre su religión de acogida, el Islam, están impregnadas a menudo de una lucidez y una vocación de síntesis que resulta difícil de hallar en el resto de viajeros”, sostiene López Bargados.
Por otra parte, el autor Salvador Barberá, como experto en Alí Bey llegó a describirle como un esquizofrénico asegurando que su proyecto de conquista no deja de ser una mera fantasía.
La verdadera identidad de Ali Bey se mantuvo en secreto hasta 1814, cuando se publicó la primera edición de su viaje en francés, y hasta 1836 se editó la traducción de su obra al español.
Domingo Badía murió en Damasco cuando estaba iniciando su nueva misión y adoptó una tercera personalidad, pasando a llamarse Hajji Ali Abu Utman, que significa, el peregrino Alí. Sobre su muerte quedan más conjeturas que certidumbres.



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